
La actuación de Manuel Gutiérrez Mellado en la Guerra Civil siempre ha estado cuestionada, especialmente desde los años setenta cuando el afamado general entró en política de la mano de Adolfo Suárez. Sus enemigos más acérrimos, entre los que estaba el general Milans del Bosch o destacados políticos como Blas Piñar, le reprochaban que no hubiera combatido a los republicanos “de frente” y cuestionaban su participación en el alzamiento. De ello hablamos en el presente reportaje y también en nuestro podcast que puedes escuchar en nuestros canales de Spotify, Ivoox y Youtube. También puedes oírlo directamente aquí debajo.
Tras dos años de intensa investigación, podemos decir que hemos conseguido reconstruir la verdadera historia de Gutiérrez Mellado en la Guerra Civil, mencionando sus luces y también sus sombras. En el presente artículo, además, aportamos datos nuevos sobre su actuación que no dejarán indiferente a nadie. En nuestro libro “La guerra encubierta” (Arzalia Ediciones) profundizamos como nadie había hecho hasta ahora sobre su participación en el golpe de julio de 1936 y, sobre todo, en las actividades que realizó para el espionaje de Franco. En nuestra obra aportamos información inédita que hemos encontrado en los archivos y también a través de fuentes orales cercanas al que fue muchos años después vicepresidente del Gobierno de España.

En el presente artículo vamos a hablar exclusivamente del papel de Guti, como era conocido en su círculo de amigos, durante la sublevación militar. No vamos a profundizar sobre su actividad como agente de la Quinta Columna o miembro del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) porque sería demasiado extenso y no queremos aburrir a nuestros lectores con reportajes demasiado largos. Quién esté realmente interesado en saber más sobre su actuación como agente secreto le recomendamos que lea “La guerra encubierta” (Arzalia) donde desgranamos todas las operaciones en las que estuvo metido.
Cuando se produjo la sublevación militar, Gutiérrez Mellado era un joven teniente de 24 años que estaba destinado en el Regimiento de Artillería a Caballo con sede en Campamento. Hemos podido confirmar por medio de las declaraciones de varios compañeros suyos que estaba al corriente del alzamiento y que había ingresado en Falange aquel convulso verano de 1936. Su incorporación al partido de José Antonio la hizo por medio de dos compañeros, los capitanes Juan Méndez de Vigo (familiar del que fue ministro de Cultura con Rajoy) y Juan Ponce de León.
En Campamento
En las entrevistas que nuestro protagonista hizo ante la prensa en los años ochenta nunca le gustó hablar de cómo participó en la sublevación de Campamento. Parece que se avergonzaba en cierta manera de haberse levantado en armas contra la República o bien que no quería profundizar sobre determinados aspectos de su participación que le seguían escociendo. Según declararía en su proceso de depuración tras la contienda ante las autoridades franquistas, aseguró que los días previos al 18 de julio de 1936 se dedicó “a dar publicidad al movimiento” que se estaba preparando entre los tenientes de su regimiento. No ocultaba sus vínculos con Falange tal y como recordaba un compañero suyo, el teniente, Luis Serrano de Pablo (futuro teniente general de Aviación) quién aseguró que Manuel llevaba su ideología falangista “con cierta discreción, dentro de su inteligente proselitismo”.

A diferencia de otros compañeros de regimiento, Guti estaba en Madrid el 17 de julio de 1936, fecha en la que se levantaron contra la República las guarniciones de África. Según declararía ante las autoridades nacionales tras la guerra tuvo que asistir, como oficial de servicio, a la entrega de más de 1000 bombas de aviación a efectivos del aeródromo de Getafe, una entrega que había autorizado el jefe de su regimiento, el coronel Enrique Cañedo Argüelles y que permitió bombardear a los insurrectos en el cuartel de la Montaña.
Al estar de guardia aquel 17 de julio tuvo que localizar a sus compañeros disponibles en Madrid y contactar con ellos para informarles de la orden de acuartelamiento urgente. A partir de media tarde empezaron a llegar a Campamento varios tenientes y capitanes de su unidad, mientras nuestro protagonista intentaba recabar más datos sobre la situación en Madrid. Sobre las 18.00h telefoneó al cuartel de la Guardia Civil de Campamento y conversó con un teniente que en tono muy nervioso le preguntó si el Regimiento de Artillería a Caballo se preparaba para el movimiento. Gutiérrez Mellado utilizó su ambigüedad habitual para echar balones fuera y difundir un rumor un tanto absurdo: relató que al parecer una parte de la Guardia de Asalto se había alzado contra el Gobierno, avergonzaba por el comportamiento de algunos de sus mandos por el asesinato de Calvo Sotelo. Obviamente, nuestro teniente no sabía quién era su interlocutor y desconocía si estaba a favor o en contra del golpe, así que decidió no dar pasos en falso en aquella charla telefónica.
Si seguimos cronológicamente el relato de Gutiérrez Mellado, esa tarde del 17 llegó hasta su regimiento el comandante Julio Flórez, un militar de ideas republicanas cuyos hermanos Luis y Enrique, también republicanos, ocupaban puestos de responsabilidad en otras unidades de Artillería (Enrique mandaba el Grupo de Artillería Antiaérea y Luis el Parque de Pacífico). Flórez trajo consigo órdenes precisas de recoger varios camiones aparcados en el cuartel para transportar armas y prepararse para un posible enfrentamiento armado en la capital contra las guarniciones insurrecta. Utilizando una excusa, el coronel Cañedo Argüelles no le permitió llevarse los camiones a pesar de que tenía una buena relación con el comandante. Poco después también apareció otro comandante de ideas izquierdistas, Antonio Muro, con la intención de “intoxicar” al regimiento y comprobar su lealtad al Gobierno.

El futuro vicepresidente del Gobierno tachó a estos dos comandantes de “traidores” en su declaración jurada y les acusó de influir en la indecisión de su coronel durante aquellos primeros días del golpe. En uno de sus escritos firmados de su puño y letra llegó a decir lo siguiente sobre ellos: “Reconozco la falta mía y de todos los demás oficiales de haber creído las buenas palabras de Muro y Flórez en vez de haberlos matado allí mismo”. Unas manifestaciones tremendamente contundentes que se alejan del perfil conciliador que todos teníamos del Gutiérrez Mellado de los años de democracia.
La oficialidad dispuesta a sublevarse
Nuestro hombre afirmaría que, salvo estas dos excepciones, casi todos los oficiales del Regimiento de Artillería a Caballo apoyaron la sublevación militar. Dijo que él y sus compañeros estaban deseando “unirse a nuestros hermanos de África”, pero no lo hicieron de una manera inmediata porque estaban esperando las órdenes de la División Orgánica de Madrid que creían que lideraría la rebelión.
El 18 de julio transcurrió con una tensa calma en Campamento. La unidad de Guti recibió la visita del general Manuel Cardenal, jefe de la 1º Brigada de Artillería de Madrid. Se había desplazado hasta allí por órdenes precisas de Miaja que en unas horas asumiría fugazmente el Ministerio de la Guerra. El futuro héroe de la defensa de Madrid quería comprobar el grado de lealtad a la República de los oficiales del Regimiento de Artillería a Caballo pues era una unidad con fama de monárquica. Guti y otros oficiales se reunieron con Cardenal en la sala de estandartes y durante aquel encuentro, el general pronunció palabras “asquerosas” (según nuestro hombre) en relación con las fuerzas sublevadas en África.

La noche de este 18 fue especialmente tensa en los cuarteles de Campamento. Sin pedir autorización al coronel Cañedo Argüelles, Gutiérrez Mellado se “escapó” del cuartel y se desplazó hasta la carretera de Extremadura ya que se rumoreaba que por allí pasaría un convoy con armamento procedente del polvorín de Retamares que iba a ser entregado a las milicias que se iban a enfrentar a los insurrectos en el cuartel de la Montaña. Le acompañó otro oficial, Fernando Fernández Herrerín, amigo íntimo en tiempos de la academia, que unos días después sería asesinado en la matanza de la cárcel Modelo. Durante dos horas, los dos artilleros estuvieron a pie de carretera, pero no vieron pasar ningún convoy de vehículos así que se dispusieron a regresar a su unidad. Sin embargo, cuando pasaron junto al vecino cuartel de Zapadores, mantuvieron una conversación con un teniente que las informó que su jefe, el teniente coronel Ernesto Carratalá, había mantenido encuentros secretos con milicianos del Centro Socialista Oeste a los que estaba dispuesto a entregar unos 400 fusiles. A Guti no le extrañó el comportamiento de este teniente coronel pues todo el mundo conocía sus ideas izquierdistas, de hecho, había sido fundador de la Unión Militar Republicana Antifascista.
El incidente de Zapadores
Al llegar a su unidad, el futuro vicepresidente del Gobierno despertó al coronel Cañedo Argüelles al que informó de lo que había escuchado en Zapadores. Éste le reprendió por haber salido del cuartel sin su permiso y le mandó retirarse a descansar a su batería pues seguía estando de servicio. Antes de entrar en su camareta, escuchó un fuerte tiroteo procedente de Zapadores. A partir de aquí encontramos dos versiones diferentes que ofreció Gutiérrez Mellado a las autoridades nacionales. En 1938 dijo que tras escuchar los tiros se desplazó directamente hasta Zapadores y se encontró muerto a Carratalá en la entrada del cuartel junto a un alférez comunista que actuaba como su escolta. Según explicó, allí mismo se enteró de que se había producido un enfrentamiento armado justo cuando un grupo de milicianos cargaban en un camión los fusiles entregados por Carratalá, acción que fue desbaratada por oficiales que se enfrentaron a tiros con su jefe. Tras este suceso, asumió el mando del cuartel de Zapadores, el teniente coronel Alberto Álvarez Rementería que era partidario del alzamiento militar.
En 1940 Guti dio otra versión de los hechos que difería ligeramente de la que había ofrecido dos años antes. En ella no sostenía de manera explícita que hubiera visto el cadáver del teniente coronel Carratalá limitándose a decir que se había enterado de lo sucedido por otro compañero suyo, Esquivias Salcedo que sí había presenciado los hechos. Aunque no tiene importancia este hecho, nos llama poderosamente la atención las dos versiones que ofreció ante las autoridades franquistas.

En la mañana del 19 de julio llegó hasta Zapadores el general García de la Herrán (uno de los promotores en 1932 de la Sanjurjada) que asumiría en cierta manera el liderazgo de lo que fue la sublevación de Campamento. El jefe directo de Gutiérrez Mellado, Cañedo Argüelles, se sometió a su disciplina y tuvo que aceptar, posiblemente obligado por la presión de sus oficiales (Guti incluido), la sublevación de su regimiento. La muerte de Carratalá corrió como la pólvora entre las milicias antifascistas de Madrid. Aquella mañana centenares de personas se empezaron a concentrar alrededor de Campamento. Algunas de ellas estaban armadas. Nuestro artillero entró de guardia a las 14.00h y se dedicó a reforzar la seguridad del cuartel poniendo sacos terreros en los accesos y redoblando los centinelas en cada turno para evitar cualquier intrusión.
La tensión crecía a medida que pasaban las horas, pero oficialmente el Regimiento de Artillería a Caballo seguía sin mover ficha en el alzamiento, algo que exasperaba a nuestro hombre y sus compañeros. El coronel Cañedo Argüelles continuaba esperando la orden de la rebelión de la División Orgánica de Madrid que seguía sin llegar. En la noche del 19 de julio, Gutiérrez Mellado y otros oficiales más se retiraron a descansar a la sala de estandartes cuando sonó el teléfono varias veces. Un oficial de la cercana Escuela de Tiro contactó con los artilleros para informarles de que se había sublevado su unidad tras la retirada del coronel que estaba al mando, Francisco Español que decidió quitarse de en medio marchándose al Hospital de Carabanchel en cuya entrada fue tiroteado. Pocos minutos después, el teléfono volvió a sonar. En este caso quién comunicaba era un oficial de Aviación de Cuatro Vientos que pedía urgentemente ayuda al Regimiento de Artillería a Caballo. Se había escondido en un hangar porque las milicias estaban dentro del aeródromo y le estaban buscando a él y a un compañero para matarle.

Aquellas llamadas supusieron un terremoto. Según la versión del futuro vicepresidente del Gobierno, él y otros oficiales despertaron nuevamente al coronel Cañedo Argüelles para informarle de estas novedades. Le instaron a enviar a Cuatro Vientos a una avanzadilla para controlar el aeródromo y rescatar a los dos compañeros cuya vida corría peligro. No hubo tiempo para nada. El general García de la Herrán entró en escena en ese preciso instante. La situación fuera de Campamento se estaba poniendo muy fea ya que la concentración de personas en los exteriores era cada vez más grande y los ánimos de las milicias estaban muy exaltados. Era necesario sacar piezas de artillería a la calle de manera inmediata para defender los cuarteles.
La sublevación
Esa madrugada del 20 de julio de 1936, finalmente, el Regimiento de Artillería a Caballo se sublevaba oficialmente contra la República. Así lo anunció ante sus subordinados el coronel Cañedo Argüelles, una decisión que según Gutiérrez Mellado fue celebrada por todo lo alto por todos los oficiales. Los artilleros empezaron a sacar las ocho baterías disponibles en la unidad, la primera de ellas apoyaría a la defensa del cuartel de Zapadores que ya empezaba a ser hostigado por las milicias.
Un sargento telegrafista informó a Guti de un mensaje urgentísimo que había captado por radio en plena madrugada. Al parecer el Gobierno había autorizado a aviones de Getafe a bombardear Campamento. Los tambores de guerra se escuchaban cada vez más próximos, así que en el regimiento se ordenó apagar todas las luces del cuartel, algo que no sirvió de mucho ya que estaba a punto de amanecer. Un avión dejó caer a primera hora de la mañana las primeras bombas sobre Campamento que cayeron fuera del perímetro de seguridad, pero que provocaron que varios caballos y mulas se desbocaran. Guti se subió a la terraza de uno de los edificios y manejó personalmente una ametralladora antiaérea con el fin de amedrentar al aparato que se marchó a los pocos minutos.

Si seguimos estudiando su declaración jurada, tras estos hechos, fue nombrado oficial de enlace entre su jefe, el coronel Cañedo Argüelles y el general García de la Herrán. Durante gran parte de la mañana del 20 de julio se movió entre el Regimiento de Artillería a Caballo y Zapadores recibiendo y dando instrucciones. El general le pidió que se desplazara hasta el vecino cuartel del Grupo de Información para intentar hacerse con unos cuantos camiones con los que transportar las piezas de artillería. Por entonces, ya se había tomado la decisión de sacar dos baterías más a la calle y marchar sobre Madrid para intentar liberar el Cuartel de la Montaña.
Pero la situación se agravaba por momentos. Una columna de Guardia de Asalto y unos carros blindados avanzaban por la carretera de Extremadura hacia Campamento con el objetivo de penetrar en los cuarteles por la fuerza. Dos baterías mandadas por los tenientes José y Rafael García Benítez (hermanos) consiguieron frenar el avance disparando sus piezas que estaban ya en los accesos de los cuarteles. Sus disparos causarían las primeras bajas entre los republicanos, sin embargo, el protagonismo volvieron a tenerlo los aviones. Ahora un grupo de aparatos gubernamentales sobrevolaron nuevamente Campamento, por lo que Gutiérrez Mellado subió otra vez hasta la azotea para disparar de manera infructuosa con su ametralladora antiaérea. Estaban demasiado altos. Afirmaría más adelante que se pasó cuatro horas sentado disparando contra la aviación, llegando a tener hasta veinte aparatos “volando sobre nosotros”. Los bombardeos republicanos causaron los primeros heridos entre los miembros de su regimiento, incluido el coronel Cañedo Argüelles.
El hundimiento
El Gobierno estaba sofocando poco a poco el alzamiento en Madrid. A media mañana de este 20 de julio corrió la noticia entre los oficiales de Campamento de la caída del cuartel de Artillería Ligera de Getafe, situado a pocos metros del aeródromo. Se trataba de un punto estratégico muy relevante para el triunfo del alzamiento ya que el mencionado cuartel tenía como misión principal frenar el despegue de cazas y bombarderos de Getafe. La moral de Gutiérrez Mellado y sus compañeros se hundió todavía más tras conocer minutos después que también había caído el cuartel de la Montaña en Madrid. Campamento era el único foco que quedaba activo de la rebelión en la capital.

Guti reconocería en su declaración jurada que el desánimo cundió entre los jefes de las diferentes unidades de Campamento. Solo los capitanes y tenientes intentaban levantar la moral de los defensores que resistieron unas horas más combatiendo a los republicanos con fuego de fusilería, ametralladoras y baterías. Los oficiales se empeñaban en continuar con la lucha retirando las banderas blancas que la tropa sacaba de cuando en cuando. La situación llegó a ser caótica por la tarde cuando los bombardeos de la aviación republicana se recrudecieron. El general García de la Herrán ya discutía con la tropa mientras los oficiales que no habían resultado heridos intentaban convencer a sus compañeros de hacer una “salida urgente” de todas las baterías buscando el repliegue de las unidades hacia la sierra.
Los subordinados de la batería que mandaba Gutiérrez Mellado, al igual que otros soldados y suboficiales, empezaron a rendirse. El futuro general no impidió que se marcharan “aquellos chavales” y según dijo, “se despidió educadamente de ellos”. Nunca les reprochó su decisión, ni siquiera una vez terminada la Guerra Civil cuando ocupó puestos de responsabilidad en los servicios secretos de Franco. Una hora después, se produjo una reunión de urgencia entre la oficialidad que no había muerto en los combates. Todos los allí presentes decidieron entregarse a las fuerzas republicanas. Lo harían ante un hermano del comandante Enrique Flórez del Grupo Antiaéreo al que consideraban “buena persona” a pesar de sus “ideales izquierdistas”.
Pero nuestro artillero y unos pocos más no estaban dispuestos a entregarse. Gutiérrez Mellado sugirió a unos pocos oficiales romper el cerco de Campamento por uno de los extremos para intentar llegar a la localidad de Villaviciosa de Odón donde tenía contactos que podrían ayudarles a escapar de Madrid y unirse a las fuerzas nacionales de la sierra. Sus compañeros aceptaron la propuesta. No había mejores alternativas ya que los milicianos empezaban a entrar en el cuartel de Zapadores capturando a los oficiales que se rendían y rematando, en algunos casos, a los heridos. Entre los jefes que perdió la vida en extrañas circunstancias en Zapadores estaba el teniente coronel Álvarez Rementería cuyo desenlace no está muy claro. Algunas versiones dicen que prefirió quitarse la vida antes que ser hecho prisionero mientras que otras aseguran que murió a tiros defendiendo el edificio del Estado Mayor. También murió en circunstancias similares el general García de la Herrán, aunque la hipótesis del suicidio parece mucho más próxima en relación con Álvarez Rementería.
Guti explicó varias veces en la posguerra cómo transcurrió su huida de Campamento, pero sus versiones fueron bastante confusas y poco esclarecedoras para entender lo que sucedió con él y sus compañeros. En nuestro libro “La guerra encubierta” (Arzalia) hemos conseguido dar bastante luz a estas incógnitas que dejó sobre la mesa el protagonista de este artículo.
La confusa huida de Campamento
Manuel Gutiérrez Mellado explicaría que antes de su huida de Campamento cogió un mosquetón que había abandonado un soldado y se llenó de cartuchos la guerrera. Después, salió del cuartel de su regimiento junto a sus compañeros de fuga, abriéndose paso a tiros. Eran las 15.30. No hay dudas sobre los militares que decidieron seguirle y acompañarle hasta Villaviciosa de Odón. Se trataba de: los capitanes Jesús Ávila Contreras y Marcelino Díaz Sánchez, los tenientes José y Rafael García Benítez y el soldado sevillano Alfonso Olivares Urrea. Con el primero estaba especialmente unido, no solo porque las familias de ambos eran originarias de Segovia, sino porque había sido profesor suyo en la Academia de Artillería. Los hermanos García Benítez, por su parte, tenían una peculiaridad, eran familiares lejanos de Manuel Azaña, aunque estaban en las antípodas ideológicas del presidente de la República. El soldado sevillano Olivares, era hermano de uno de los fundadores de Falange en Andalucía.

La huida desde Campamento y hasta Villaviciosa de Odón fue angustiosa. Los fugados tuvieron que esconderse de la aviación constantemente y alejarse de carreteras y caminos para eludir los controles de los milicianos. Parece ser que Gutiérrez Mellado y sus cinco acompañantes llegaron juntos hasta las afueras del pueblo, sin embargo, a partir de aquí los hechos empiezan a ser muy confusos y contradictorios en algunos casos. En su primera declaración jurada que ofreció ante las autoridades franquistas a finales de 1938, Manuel explicó que había dejado a sus compañeros de huida “ocultos y seguros en un pinar”, trasladándose después hasta la casa de unos parientes donde “enlazó con las autoridades del pueblo”. Sin mencionar expresamente el nombre del alcalde (José Santander, del PSOE), dijo que éste aceptó que él y sus compañeros fueran trasladados a Madrid por las milicias locales para entregarse a las autoridades civiles o militares. Para convencerle o quizás presionarle, Guti le contó que dos de sus acompañantes eran primos segundos de Azaña (los hermanos García Benítez).
En este punto nos hacemos varias preguntas. ¿Los fugados ya no querían llegar a la sierra para unirse a las fuerzas sublevadas? ¿Preferían ser trasladados a Madrid por las milicias locales con las que Gutiérrez Mellado parecía tener buena relación? ¿Fue una decisión propia de nuestro protagonista pedir su traslado a Madrid o bien la tomó el grupo de huidos? ¿Hasta qué punto Guti confiaba en el alcalde del PSOE y en las autoridades locales para dejar su vida y la de sus compañeros en sus manos?
En esta misma versión, Guti afirmó que mientras se reunía con la corporación municipal, se enteró de que sus compañeros habían sido localizados “por las milicias de Madrid (no las de Villaviciosa) que pretendían fusilarles en el acto”. Dijo que “evitaron” ese fusilamiento y consiguieron que sus cinco compañeros fueran llevados al Ayuntamiento de Villaviciosa donde se acordó “llevarlos a la Dirección General de Seguridad y luego a la cárcel de San Antón”.

Gutiérrez Mellado no deja claro en su declaración jurada si se reencontró o no con sus compañeros en el Ayuntamiento de Villaviciosa. Se limitó a decir posteriormente que cuando esperaba el coche que tendría que trasladarle a Madrid se enteró de que los otros huidos de Campamento ya estaban de camino a la capital. Dijo que quiso “seguirlos”, pero el alcalde del pueblo le recomendó que no lo hiciera “en vista a la actitud de las milicias” ya que era “conocida” su ideología en todo el pueblo. Esa noche abandonó la casa de sus parientes donde se había escondido para ocultarse en la vivienda de un “elemento del pueblo de toda mi confianza”. Llama la atención que en ningún momento citó la identidad de aquel “elemento de toda su confianza” como tampoco aportó más detalles del alcalde de Villaviciosa de Odón que, a fin de cuentas, le había salvado la vida al no delatarle.
La tragedia
El desenlace de sus compañeros de huida fue trágico. Los cuatro oficiales que se habían escapado con él de Campamento murieron a las pocas semanas de su trasladado a Madrid. El capitán Jesús Ávila y los hermanos García Benítez fueron ejecutados en noviembre de 1936 en una de las sacas de Paracuellos del Jarama mientras que el capitán Marcelino Díaz fue condenado a muerte y fusilado en consejo de guerra. Antes de su fusilamiento, este último relató ante el tribunal que escapó de Villaviciosa de Odón “en compañía de un soldado”, sin mencionar en ningún momento a nuestro protagonista al que no quería perjudicar pues todavía se encontraba en libertad. También reconoció que tras su huida se entregó al alcalde de esta localidad para que le condujeran a Madrid. Los milicianos le trasladaron inicialmente a la comisaría de la calle de la Bolsa, después a la Dirección General de Seguridad y por último a San Antón. Una versión muy similar la dio el capitán Ávila que, sin mencionar a Gutiérrez Mellado en concreto, explicó ante el juez que había escapado de Campamento junto a varios compañeros. Su versión fue idéntica a la de Díaz: se habían entregado a las autoridades locales de Villaviciosa.
Retomemos nuevamente la versión de Guti ante las autoridades nacionales a finales de 1938. En ella afirmaba que permaneció oculto unas dos semanas en Villaviciosa hasta que las milicias locales le llevaron hasta Madrid porque corría el rumor en el pueblo de que permanecía oculto en una vivienda. Aquellos milicianos, dirigidos por el alcalde José Santander, quisieron protegerle llevándole ellos mismos hasta la Dirección General de Seguridad. Querían evitar problemas de última hora en una época donde los paseos a los derechistas estaban a la orden del día. Estos milicianos allí mintieron a un funcionario diciéndole que la sublevación había sorprendido a nuestro artillero enfermo en Villaviciosa de Odón, sin hacer alusión a su participación en los combates de Campamento. Esta mentira propició que Gutiérrez Mellado no fuera juzgado por rebelión militar como el resto de oficiales del Regimiento de Artillería a Caballo, sino por “desafección al régimen” ya que se había presentado muy tarde ante las autoridades republicanas.

Dos años después, en abril de 1940, nuestro hombre volvió a declarar sobre los sucesos de Villaviciosa de Odón. La guerra ya había terminado y la justicia franquista trataba de depurar responsabilidades de los oficiales que habían participado en los combates de Campamento de julio de 1936. Sus palabras fueron parecidas a las de 1938, citando la identidad de los cinco militares que le acompañaron en su huida hasta Villaviciosa y afirmando después que se trasladaron hasta este pueblo porque creían que el grupo tenía más opciones de salvarse allí por sus contactos familiares. En esta ocasión no mencionó sus planes iniciales de trasladarse a la sierra con sus compañeros de huida y tampoco habló de cómo se entregó al alcalde José Santander.
Una versión diferente
Existe otra versión de los hechos que también es muy importante para nosotros. La ofreció Luis Serrano de Pablo, compañero de Guti en Campamento, que se reencontró con él en el Madrid republicano, poco antes de que se evadiera definitivamente a zona nacional a finales de 1938. Leamos un fragmento del libro que escribió Serrano de Pablo muchos años después:
“Guti me justificó su visita por el interés que él tenía en que yo conociera los motivos por los cuáles había cargado las tintas del comportamiento del Regimiento de Artillería a Caballo a los hermanos García Benítez y a los dos capitanes, el de su batería, Jesús Ávila Contreras y el de la mía, Marcelino Díaz Sánchez…Le pesaba como una losa el recuerdo de la tragedia. Ninguno de los cuatro había salvado el pellejo, en gran parte, por su involuntaria y triste causa. Le atormentaba y le empujaba a contármelo con detalle. El 20 de julio, ante el dantesco asalto a Campamento por la horda roja, él había convencido a los cuatro mencionados a escabullirse y huir hacia la Dehesa, protegiéndose en las barrancadas del arroyo Meaques hasta alcanzar Villaviciosa de Odón donde tendría el apoyo logístico necesario para poder ganar (disfrazados de paisanos) la sierra y Segovia…Después de una arriesgada y fatigosa caminata, llegaron hasta Villaviciosa de Odón donde escondió a sus compañeros en un bosquecillo mientras e´l se refugiaba en la casa de su niñera con el fin de recabar víveres y ropa para la marcha que iniciarían al anochecer. Tumbado en una cama y pensando en el plan a seguir se había quedado frito, lo que a mí no me extrañó por la fatiga acumulada en los cuatro días de sublevación sin dormir, remachada por la agotadora marcha realizada”. Manolo me contó que cuando se despertó se habían llevado ya las milicias del pueblo a sus compañeros de aventura a Madrid en calidad de detenidos”.

Nos llama la atención que, en aquella charla con su compañero Serrano de Pablo, Gutiérrez Mellado no citó en ningún momento las negociaciones que había mantenido con el alcalde de Villaviciosa para trasladar a sus compañeros a Madrid. Tampoco le contó que estado escondido dos semanas en esta localidad y que milicianos del pueblo le habían trasladado a la DGS para darle seguridad y, una vez allí, habían mentido a los funcionarios. ¿Quiso ocultar a su compañero la buena sintonía que mantenía con el alcalde del PSOE y la corporación municipal? ¿Se avergonzaba de los tratos de favor que había recibido en Villaviciosa? Conviene recordar que Serrano de Pablo cuenta esta versión de los hechos en su libro ‘Testimonios y recuerdos de un general de Franco’ editado en 1986, una época donde las críticas a nuestro hombre estaban a la orden del día (especialmente de los partidos de extrema derecha), sobre todo por sus vínculos políticos con Adolfo Suárez y su espíritu reformista. Hemos podido averiguar que, por estas fechas, Serrano de Pablo estuvo investigando, sin demasiado éxito, sobre los sucesos de Villaviciosa de Odón pues sospechaba que Guti no había contado toda la verdad.
Se olvida de Villaviciosa
En aquellos años ochenta, el futuro general era un personaje tremendamente mediático. Concedió decenas de entrevistas e incluso aceptó que se escribieran varios libros sobre su historia. Uno de ellos lo escribió en 1983 el periodista Jesús Picatoste con el que habló varias veces. En el texto, Guti no mencionaba absolutamente nada sobre su huida a Villaviciosa de Odón, pero sí profundizaba en su etapa como miembro de la Quinta Columna y de los servicios de información de Franco. Parece claro que prefería obviar su huida de Campamento pues aquellos hechos le escocían por dentro y le habían generado cierto recelo por parte de sus compañeros de armas.
A Gutiérrez Mellado siempre le pesó el desenlace que tuvieron los compañeros. Con alguno de ellos coincidió en la prisión de San Antón donde fue encerrado por las autoridades republicanas a la espera de que se celebrara su juicio. Allí fue testigo directo de cómo, mientras a él le juzgaban por desafección, un delito menor, a sus compañeros de huida les condenaban a la pena capital por rebelión militar. No hace falta ser muy listo para sacar conclusiones. A Guti le salvó la buena sintonía que tenía con las autoridades de Villaviciosa de Odón y en especial con su alcalde, José Santander. No hubiera pasado absolutamente nada si en la posguerra hubiera reconocido esa buena sintonía con la corporación municipal, sin embargo, él prefirió callar para siempre y pasar por alto siempre ese capítulo de su vida.
La relación con sus compañeros en San Antón fue algo incómoda para el vicepresidente del Gobierno. Los otros artilleros de su regimiento que estaban allí encerrados le miraban con cierto recelo y pronto se extendió el rumor de que había abandonado a su suerte a los oficiales que se habían fugado con él desde Campamento a Villaviciosa de Odón. Uno de estos compañeros de huida, cuyo nombre vamos a mantener en el anonimato por deseo expreso de sus descendientes, llegó a confesar a su familia que Gutiérrez Mellado les había “traicionado” vendiéndoles ante las autoridades republicanas. Esta confesión se produjo unas horas antes de su fusilamiento a través de una carta escrita de su puño y letra. Aquella misiva no ha llegado a nuestros días. Los familiares de este militar decidieron quemarla por miedo a que fuera intervenida por la Policía republicana.

Gutiérrez Mellado estuvo siete meses en prisión hasta que se celebró su juicio. En San Antón rechazó varias veces las ofertas del Gobierno de la República que le proponía incorporarse al Ejército Popular pues necesitaban artilleros experimentados y con ganas de entrar en combate. En todo momento se negó completamente, aun sabiendo que esta negativa podría costarle la vida ya que por esas fechas (noviembre y diciembre de 1936) se estaban produciendo las sacas de Paracuellos. Nuevamente se libró del paseo, según dijo en una entrevista, por la “providencia”. Otra vez hizo mención a la “suerte” tras argumentar que no le llevaron a Paracuellos porque su aspecto en la cárcel era de “pordiosero”, además de por la intervención de Melchor Rodríguez, el conocido como ángel rojo. No tuvieron tanta fortuna tres de sus compañeros de huida, el capitán Ávila y los hermanos García Benítez que fueron asesinados en estas sacas.
El juicio
El juicio contra él se celebró en febrero de 1937. De nuevo la fortuna se puso de su lado junto con importantes influencias familiares que conseguirían su libre absolución. A su favor declararon personas de ideología izquierdista que mintieron al tribunal asegurando que Guti nunca había estado en Campamento durante la sublevación militar. Tras salir en libertad se refugió en una embajada durante algo más de un año hasta que decidió salir a la calle para incorporarse a los servicios de información de Franco. En el presente artículo no vamos a abordar su faceta como quintacolumnista porque este reportaje se haría demasiado extenso. Recomendamos al lector que esté interesado en su papel como agente secreto que lea nuestro libro “La guerra encubierta” (Arzalia) porque allí desgranamos con todo lujo de detalles sus actividades de inteligencia en el Madrid republicano. A uno de sus compañeros en la Quinta Columna, el alférez Rodríguez Huerta, un brillante falsificador que trabajaba para el SIPM, le dedicamos en su día un artículo en nuestra página web.
Hemos podido conocer que, tras la Guerra Civil, Gutiérrez Mellado no mantuvo el contacto con los familiares de los capitanes Ávila y Díaz y los tenientes García Benítez. No quiso saber nada, ni siquiera ayudar en cierta manera a los descendientes de los otros artilleros que habían huido con él a Villaviciosa y que habían sido asesinados en aquel Madrid republicano. La viuda de uno de ellos visitó su despacho en el SIPM de Madrid a las pocas semanas de terminar la contienda y nuestro protagonista la despachó enseguida argumentando que estaba muy ocupado. Tampoco se relacionó con las esposas e hijos de los otros tres oficiales que confiaron en él y aceptaron escapar de Campamento a Villaviciosa. Hemos tenido la oportunidad de hablar con los descendientes de otros oficiales del Regimiento de Artillería a Caballo que se sublevaron en julio de 1936. La opinión generalizada que todos tenían de Guti no era buena y muchos le consideraban un “traidor” por haber abandonado a su suerte a sus compañeros en Villaviciosa. Pocos tenientes y capitanes mantuvieron relación de amistad con él en la posguerra.

En relación con el único superviviente de aquella fuga, el soldado sevillano Alfonso Olivares, en el nuestro libro contamos que estuvo unos meses encarcelado en prisiones republicanas hasta que fue puesto en libertad. El hecho de ser un simple soldado le libró del pelotón de fusilamiento además de reconocer en su declaración que se había dejado “manipular” por sus superiores. Gutiérrez Mellado no tuvo apenas relación con él en la posguerra más allá de que le avaló en 1939 con un documento firmado de su puño y letra en el que decía que Olivares era afín al movimiento.
Hay un suceso tremendamente extraño que se produjo una vez terminada la Guerra Civil y está relacionado con el alcalde republicano de Villaviciosa de Odón. Recordemos que José Santander Reveldería, conocido como El Chirri, permitió que Guti se escondiera en el pueblo durante unas semanas tras evadirse de Campamento y le protegió ante los exaltados que podían haberle dado el paseo al principio de la guerra. También le advirtió del rumor que corría en la localidad en relación con su posible arresto y ordenó a milicianos de su confianza que le trasladaran a la Dirección General de Seguridad para protegerle. Por indicaciones suyas, estos milicianos mintieron ante funcionarios policiales asegurando que el futuro general se encontraba enfermo en Villaviciosa cuando estalló la guerra y no había participado en la sublevación de Campamento.
Asesinato en Villaviciosa
Pues bien, cuando termina la guerra, José Santander fue detenido por las autoridades franquistas y sometido a un consejo de guerra. Tras estudiar minuciosamente su proceso judicial hemos confirmado que Gutiérrez Mellado no declaró en ningún momento a su favor como sí hicieron algunos falangistas locales quiénes aseguraron que El Chirri no tenía delitos de sangre y era “una buena persona”. Si este alcalde le había salvado la vida durante la guerra, ¿por qué nuestro protagonista no se lo hizo saber al tribunal? ¿Tenía miedo o bien ocultaba algo que no quería remover? ¿Acaso no quería manchar su expediente militar asegurando que un socialista le había protegido? ¿No se enteró de su proceso judicial y por eso no declaró a su favor? ¿No le convenía rememorar la tragedia de Villaviciosa o aquello era muy doloroso para él?

Lo cierto es que José Santander fue condenado a doce años de prisión, aunque solo cumplió dos. En 1941 fue puesto en libertad y, a diferencia de otros presos políticos, le permitieron regresar a Villaviciosa de Odón sin que le obligaran a exiliarse a otra localidad. En enero de 1942, cuando se encontraba en su vivienda de este pueblo junto a su esposa y su hermano, irrumpieron en su domicilio dos individuos con placas de policía. Aseguraron que se lo tenían que llevar a la Dirección General de Seguridad a declarar y que regresaría a las pocas horas. Nunca regresó. Al día siguiente apareció muerto con varios tiros en la carretera de Pozuelo a Boadilla. Inicialmente la Guardia Civil se hizo cargo de la investigación confirmando que nadie había reclamado a José Santander en la Dirección General de Seguridad y que allí nunca había sido trasladado. La conclusión a la que se llegaron los guardias fue que aquellos hombres que se lo llevaron y que posiblemente le habían matado no eran policías, sino delincuentes comunes. La Brigada Político Social se hizo cargo después de las pesquisas y determinó que todo había “sido un ajuste de cuentas entre rojos”, una visión simplista que nadie creyó realmente en Villaviciosa. Fue un paseo en toda regla.
No tenemos constancia de que Gutiérrez Mellado hablara de José Santander en ninguna de las muchas entrevistas que concedió a lo largo de su vida, especialmente cuando se convirtió en personaje público. Sí que habló, aunque no le gustaba hacerlo, de unas acusaciones que habían vertido sobre él algunos familiares de un compañero suyo en el SIPM, el comandante Isaac Gabaldón. A este oficial de la Guardia Civil le mataron junto a su hija y su chófer la noche del 5 de agosto de 1939 cerca de Talavera de la Reina. Guti y otros militares investigaron este crimen y detuvieron a varios guerrilleros republicanos que luego serían fusilados bajo la acusación de ser los autores de este triple asesinato. Sin embargo, la viuda y una parte de su familia nunca se creyeron la versión oficial e insinuaron que detrás de aquel crimen podría estar el propio SIPM porque Gabaldón “sabía muchas cosas”. Insinuaron que este comandante había descubierto muchos trapos sucios sobre oficiales del SIPM entre los que estaba Gutiérrez Mellado y su jefe, el teniente coronel Bonel Huici.
Asunto Gabaldón
Las influencias de la viuda de Gabaldón fueron tan importantes que incluso se abrió una investigación interna para comprobar si había algo de cierto tras estas investigaciones. Se decía que algunos mandos del SIPM podían tener vínculos con la masonería y que durante la guerra se habían enriquecido ilegalmente. Un general del Ejército, Miguel Carbonell, instruyó estas diligencias internas dentro del SIPM, aunque no encontró nada. Nuestro protagonista pidió al juez instructor que tomara cartas en el asunto y que exigiera a la viuda del comandante una reparación por esas difamaciones.

Después de que aquella investigación interna, Gutiérrez Mellado siguió promocionando dentro del Ejército. Durante décadas, nadie sacó a relucir el asesinato de Gabaldón y tampoco lo que sucedió con sus compañeros del Regimiento de Artillería a Caballo que huyeron con él a Villaviciosa. Es cierto que una parte de la oficialidad franquista le miraba con cierto recelo al igual que algunos de sus compañeros en la Quinta Columna que le acusaban de haberse atribuido éxitos que no le correspondían. Uno de ellos, Enrique Guardiola, protagonizó un acalorado incidente con Guti en la hípica de Aranjuez tras acusarle públicamente de no haber actuado correctamente en relación con unas condecoraciones. No fue el único. Gustavo Villapalos, otro famoso agente emboscado en el Madrid republicano, también rompió relaciones con él unos años después de terminar la contienda.
Las críticas de sus antiguos camaradas y compañeros de armas se empezaron a hacer más virulentas en los años setenta y ochenta. En 1973 ascendió a general de división y ya por esas fechas era partidario de “introducir cambios” en las Fuerzas Armadas con el fin de “modernizarlas” y adaptarlas al siglo XX. Su carácter innovador le abrió las puertas de la política cuando murió Franco. En 1976 Suárez le ascendió a teniente general y le designó capitán general de la VII División Militar con sede en Valladolid. Poco después sería nombrado vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa, convirtiéndose en uno de los hombres más poderosos de España.
Los años más duros
Las amnistías, los atentados terroristas de ETA, la legalización del Partido Comunista y las reformas dentro del Ejército convirtieron los primeros años de democracia en una olla a presión. Los nervios en las Fuerzas Armadas estaban a flor de piel. Muchos militares de la vieja escuela recordaban a Franco constantemente y se oponían a cualquier tipo de reforma. Los críticos con el nuevo régimen y los nostálgicos del franquismo tachaban a Gutiérrez Mellado de traidor por ser partidario de los cambios que se estaban produciendo en España. Esto generó algunos incidentes en los que se vio directamente implicado. En 1977 el general Juan Atarés le llamó “traidor y embustero” en un acto en el Arsenal de Cartagena por la política antiterrorista del Gobierno.
En aquellos años los atentados de ETA estaban a la orden del día, especialmente contra militares, guardias civiles y policías. Gutiérrez Mellado acudió a decenas de entierros donde los nervios estaban a flor de piel. El 28 de enero de 1977 ETA asesinó en Madrid al guardia civil José María Sainz y a los policías Fernando Sánchez Hernández y José María Martínez Morales. En el Hospital Militar Gómez Ulla, donde habían sido trasladados los cadáveres, se produjeron varios gritos espontáneos entre los asistentes (militares y guardias civiles en su mayoría) cuando nuestro protagonista se encontraba presente. Guti exigió a voz en grito “firmes y silencio” pidiendo disciplina a los uniformados. Tras esta orden se alzó la voz de un capitán de navío, Camilo Menéndez Vives, que replicó: “por encima de la disciplina está el honor”. Esto motivó su arresto unos días después. Aquí puedes ver un video de este altercado.
El 26 de mayo de 1979 Gutiérrez Mellado participó en otro cortejo fúnebre de varios asesinados por la banda terrorista: el teniente General Gómez Hortigüela, los coroneles Ábalos y Laso y el conductor civil Gómez Borrero. A la salida de los féretros del Cuartel General del Ejército se registraron momentos de gran tensión ya que algunas de las personas que habían asistido le increparon con dureza al grito: “Gutiérrez Mellado tú los has matado. Gutiérrez Mellado estás acojonado”. Minutos después diversos grupos de personas, vinculados a Fuerza Nueva y Falange realizaron incidentes por la Puerta del Sol, Gobierno Civil y Capitanía General provocando problemas de orden público. Hemos enlazado un video de los incidentes que podrán ser de interés para el lector.

Había pasado algo parecido unos meses antes con motivo del asesinado del Gobernador Militar de Madrid, Constantino Otín en enero de 1979. Durante su funeral en el Cuartel General del Ejército, varios militares vestidos de uniforme profirieron gritos dirigidos contra nuestro protagonista como “mueran los traidores”, “dimisión” así como vítores al general Altarés que había sido sancionado por su incidente en Cartagena. Estos hechos motivaron que se abriera un expediente judicial contra varios de los oficiales que increparon al vicepresidente del Gobierno.
Dos años después se produciría uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente de España, el golpe de estado del 23F donde la imagen de Gutiérrez Mellado dio la vuelta al mundo. Cuando Tejero y sus guardias civiles entraron en el Congreso de los Diputados, la única persona que se enfrentó a los golpistas fue nuestro protagonista. A diferencia de otros diputados, permaneció inmutable cuando los guardias dispararon al techo para asustar a todos los presentes. A sus casi 70 años increpó con virulencia a los agentes que le llegaron a amenazar con pegarle un tiro en la cabeza. El propio Tejero intentó reducir sin éxito a Guti al hacerle una zancadilla que también daría mucho que hablar. En este enlace incluimos un breve resumen de lo que fue aquellos altercados.
Después de que fracasara el 23F y una vez detenidos sus responsables, nuestro hombre siguió estando en boca de los golpistas, aunque estos se encontraban mayormente detenidos. El general Milans del Bosh le escribió desde prisión una carta que publicaron varios medios de comunicación donde ponía en tela de juicio su actuación en la guerra. Leamos un fragmento porque el documento merece la pena:
Algo muy importante debiste hacer en la retaguardia roja cuando te lo apuntaron en tu hoja de servicios sin pasar por Rusia, Ifni o Sahara. Podría seguir dando razones para demostrar que nadie puede recibir lecciones de ética militar de ti y recordar muchas cosas que se dicen de tus actuaciones y que nunca han quedado suficientemente claras: Villaviciosa, Regimiento a Caballo, muerto en la carretera de Extremadura, etcé tera, pero estimo que no es necesario”.

Pasados unos meses, el partido Fuerza Nueva, que ya había demostrado su animadversión hacia el general, cargó contra Gutiérrez Mellado utilizando su aparato mediático. A través de su revista mensual se publicaron varios reportajes sobre él en los que se recordaba su andadura durante la Guerra Civil bajo el título genérico del “Eterno Escondido”. Estas piezas recordaban con más o menos precisión su papel como miembro de la Quinta Columna o de los servicios de información.
Le acusaban de haber permanecido gran parte de la contienda escondido y solo haber salido a la calle para evadirse a zona nacional. También recordaban la relación que mantuvo en el Madrid republicano con Antonio Rodríguez Huerta, un quintacolumnista que falsificaba todo tipo de documentos al que le dedicamos en su día un artículo en nuestra web.
Aquí puedes escuchar el podcast que hemos grabado sobre Gutiérrez Mellado en la Guerra Civil.
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Comentario
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Fuentes consultadas
- ‘La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la Guerra Civil’ de Alberto Laguna y Victoria de Diego. Arzalia Ediciones. 2024.
- AGMAV, 2870, 13. Expediente de Gutiérrez Mellado, declaración jurada en octubre de 1938, proceso de depuración e informes relacionados con el alzamiento del Regimiento de Artillería a Caballo.
- AGMAV, 2991, 30. Expediente del SIPM de Gutiérrez Mellado.
- CDMH_PS-SERIEMILITAR-693. Evasión de Gutiérrez Mellado a zona nacional.
- AGMS, TR.82-CAJA 336 EXP.1. Hoja de servicios y méritos en el SIPM de Manuel Gutiérrez Mellado.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 103, expediente 52. Expediente de los Tribunales Populares contra Manuel Gutiérrez Mellado por un supuesto delito de desafección al régimen.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 1516, expediente 4 sobre el Regimiento de Artillería a Caballo.
- FC-CAUSA_GENERAL, 1518, expediente 2. Pieza séptima del Expediente General Informativo sobre la Rebelión Militar dentro del territorio de la República.
- CDMH, FC-CAUSA_GENERAL, 24, Expediente 15. Expediente de registro 3461 contra el procesado Manuel Gutiérrez Mellado.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 1562, Exp 24. Auto de procesamiento y oficios sobre condena a muerte de Enrique Cañedo-Arguelles.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 32, expediente 19 relacionado con Alfonso Olivares Urrea.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 88, expediente 4. Expediente por delito de adhesión y auxilio a la rebelión de Alfonso Olivares Urrea.
- AGHD, sumario 18815, legajo 6776. Consejo de guerra contra José Santander por su actuación en la guerra.
- AGHD, sumario 109684, legajo 3813/9. Investigación para esclarecer el asesinato de José Santander.
- AGHD, sumario 7212. Proceso de depuración de Juan Méndez de Vigo.
- Universidad Autónoma de Barcelona. Hemeroteca. Revista Fuerza Nueva: Nº 767 (19.09.1981-26.09.1981) Nº 768 (26.09.1981- 03.10.1981) y 775 (14.11.1981 – 21.11.1981), Nº 773 (31.10.1981-07.11.1981).
- Testimonio oral descendiente directo de uno de los compañeros de Gutiérrez Mellado con los que se evadió de Campamento a Villaviciosa de Odón.
- Testimonio oral de Gustavo Villapalos (hijo) antes de su fallecimiento.
- Testimonio oral de Antonio y Ramiro Guardiola.
- Testimonio de Alfonso Olivares Villa, hijo del soldado falangista Alfonso Olivares Urrea.
- Prensa Histórica. Hoja Oficial del Lunes. 29.05.1939.
- Biblioteca Virtual de la Defensa: Boletín Oficial del Estado: 30.12.1938.
- Biblioteca Virtual de la Defensa: Diario Oficial del Ministerio de la Defensa Nacional: 17.05.1938.
- ‘Crónica fiel de un golpe anunciado’, de Juan Blanco, Fuerza Nueva editorial.
- ‘La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas’ de Alberto Laguna Reyes y Antonio Vargas Márquez. La Esfera de los Libros.
- ‘Gutiérrez Mellado: así se entrega una victoria’ de Luis Villamea, Fuerza Nueva Editorial, Colección Denuncia.
- ‘Gutiérrez Mellado. Un militar del siglo XX’ de Fernando Puell de la Villa. Biblioteca Nueva.
- ‘Manuel Gutiérrez Mellado. Un soldado de España’. Conversaciones con Jesús Picatoste. Editorial Argos Vergara.
- ‘Gutiérrez Mellado y su tiempo. 1912-1995’ de Fernando Puell de la Villa. Alianza Editorial.
- ‘¿La esperanza enterrada? Testimonios y recuerdos de un general de Franco’ de Luis Serrano de Pablo. Editorial Arca d la Alianza Cultural.
- ‘En zona roja: la Quinta Columna en la Guerra Civil Española’ de Carlos Piriz. Editorial Comares.
- ‘Madrid en guerra: la ciudad clandestina’ de Javier Cervera. Alianza Editorial.
- ‘El asesinato del comandante Gabaldón. Conspiración, bulos y el fusilamiento de las trece rosas’ de Benito Díaz Díaz. Editorial Añil.
- https://elpais.com/diario/1983/12/03/agenda/439254001_850215.html
- https://guerraenmadrid.net/2019/03/02/ernesto-carratala-primera-victima-oficial-de-la-guerra-civil/
- https://guerraenmadrid.net/2019/05/05/gustavo-villapalos-una-vida-secreta-entre-evasiones-y-atentados/
- https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/aniversario-asesinato-jose-santander-alcalde-republica/20220108062604194325.html
- https://www.xn--elespaoldigital-3qb.com/asunto-gabaldon-masoneria-infiltrada-cupula-regimen/
- https://guerraenmadrid.net/2024/06/16/el-alferez-falsificador-en-el-madrid-de-la-guerra-civil/
- https://guerraenmadrid.net/2019/05/11/los-nadadores-del-tajo-la-historia-inedita-de-los-hermanos-guardiola/
